viernes, 13 de noviembre de 2009

Un acto de locura

Fue un acto de locura. Cuando Daniel se percató de lo sucedido intentó gritar pero nada salió de su boca. Fijó su mirada en el cuerpo tendido en el suelo pero no lo vio. Entonces sus ojos comenzaron a deambular por la habitación. Le parecía distinta. El silencio impuso su presencia y sólo su respiración rompía la quietud. Estaba lejos y sólo. Las cortinas ondeaban suavemente y el aire fresco de la noche le acariciaba el rostro. Daniel comprobó como los jazmines intentaban penetrar por la ventana abierta, la lucha desprendió un olor, cálido, especiado y frutal .El sofá de terciopelo verde guardaba todavía las señales de la pasión y las copas vacías y los platos llenos indicaban la urgencia del amor. Daniel comenzó a sudar y sus ojos se detuvieron en los labios de su amada, sin carmín. En su pelo pelirrojo, desordenado. En sus uñas con laca rosa. Todo estaba teñido de sangre. Daniel miró sus manos y comprobó que tenía un cuchillo ensangrentado en la derecha. Respiró hondo y en ese momento se acordó de aquella canción de Sabina que decía: “…..siempre tuvo la frente muy alta,
la lengua muy larga y la falda muy corta”.

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