viernes, 13 de noviembre de 2009
Tarde de domingo
El hombre lucía una inquietante sonrisa. Tenía la tarde libre. Había conseguido que la mujer y los niños se fueran al cine. Sintonizó El Carrusel, tomó posesión del mando a distancia y se abandonó a las ondas del sofá. Mucha cerveza muy fría, patatas muy saladas, su bocadillo preferido, de chorizo. El paraíso existía y él era el rey. El timbre de la puerta lo arrojó a la realidad. A través de la mirilla comprobó que era su suegra. Dudo entre ir a la cocina por un cuchillo o tirarse por la ventana, eligió lo segundo, San Miguel le ayudó.
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